lunes, 30 de abril de 2018

El desmontaje y Las cosas en su lugar

En los dos meses pasados produje dos breves textos, uno literario y otro musical. El texto musical se estrenó el 24 de febrero de 2018 en el marco del cierre de una muestra de la artista visual Ana Benedetti en el Mac Salta, con la interpretación de Sasha Urushadze en violín y Augusto Brito en violoncello. El texto literario tuvo su debut en Facebook el 14 de marzo de 2018. De acuerdo con nuestra «teoría» de los géneros, El desmontaje es tango, mientras que Las cosas en su lugar es cumbia (para más información ver Tango-Cumbia). Sin embargo hay un invisible hilo que une a estas dos piezas a la vez que me revela.

El desmontaje

El desmontaje, dúo para violín y violoncello, de Pablo Herrera

Sasha Urushadze, violín
Augusto Brito, violoncello

Grabada el 25 de abril de 2018 en estudio El Tridente, de Enrique Albarracín.

Las cosas en su lugar

Salgo del gimnasio, agotado, feliz. Camino los sesenta metros que separan al gimnasio del complejo de edificios en el que vivo. Ingreso. Subo al ascensor que me llevará al sexto piso y lo noto con esa extrañeza que suelen tener las cosas de nuestra vigilia en nuestros sueños: el piso roto, la calcomanía de la empresa que mantiene los ascensores desaparecida... Llego al sexto piso y me dirijo al departamento en el que habito. ¿Estoy en un sueño, o despierto? Noto algo también extraño en la puerta de ingreso: la cerradura parece haber sido forzada, se la ve muy distinta a lo de siempre. Mis sospechas de un robo en mi domicilio se acrecientan velozmente. Introduzco la llave, y no entra del todo bien, pero con un leve movimiento se acomoda y gira. Pero no gira una vez, como esperaba que lo hiciese, sino que gira dos veces. Con creciente temor, me animo a abrir la puerta, y, ante mi, el horror: nada está en su lugar, el mueble de la computadora corrido, la silla con ruedas que suele estar en una habitación, en el comedor, y un largo etcétera que de inmediato me hace gritar: "¡No!".
Tras mi grito, a la lista de cosas fuera de lugar se sumó una muy notoria: las cortinas habían cambiado de color.
Aún aturdido, atino a cerrar la puerta, sin ponerle llave, y retroceder por el pasillo hasta la pared donde está el número que indica el piso «¿Estoy en el sexto piso?» se preguntaba mi confundida mente. Sí, el metálico "6" estaba estampado en la pared.
Reingreso al ascensor y presiono el cero. Salgo del edificio por la parte de atrás, que da al estacionamiento de automóviles y conecta con el otro edificio. Ingreso en él, subo por el ascensor, que ya no tenía características oníricas, camino el pasillo del sexto piso, llego a la puerta, cuya cerradura tampoco estaba conectada al mundo de Morfeo, abro la puerta tras girar una vuelta la llave, y las cosas, todas las cosas estaban en su lugar.